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Antes de 'tirar la toalla'...

Actualizado: 30 dic 2021

Hace poco me volví a encontrar con una frase que cambio mi vida. Una frase que me hace seguir cuando quiero “tirar la toalla”. La frase tiene valor, por quien lo dijo y por el ejemplo que dejo a través de su vida propia, la frase fue dicha por el presidente Theodore Roosevelt.


Theodore Roosevelt nació enfermizo y débil, a los 12 años de edad, el padre le dijo que tenia que tomar la decisión de hacer que su mente, la cual era fuerte, hiciera su cuerpo fuerte, porque de lo contrario moriría. Este desafío hizo que Roosevelt empezara a ejercitar su cuerpo de forma agresiva, y cambio su vida a tal punto que hoy es recordado por lo atlético que fue.


El papá de Roosevelt no sabia que le había regalado a su hijo algo que todo el dinero de la familia no habría podido comprar. El padre nunca imagino que le sirvió a su hijo más que los doctores que trataron de ofrecerle salud, el papá de Roosevelt, le dio un propósito en la vida. El padre, al decirle que necesitaba vivir, que su enfermedades, sus debilidades no eran mayor que él, sino solo impedimentos para lo grande que el era en realidad, le dieron a Roosevelt un propósito para luchar en convertirse en esa persona fuerte que su papá podía ver, aunque el no lo era aún.


Roosevelt encontró su propósito en demostrarse a si mismo, que él era capaz de vencer sus debilidades y ser fuerte a pesar de ellas. Su propósito fue motivado por el apoyo de su padre, y cuando al crecer se veía en el suelo, seguía adelante porque sabia de donde venia. Roosevelt siempre siguió el propósito de demostrarse a si mismo que era capaz de ser fuerte, a pesar de sus raíces.


Su propósito es mas grande de lo que usted se imagina, es lo que hace que cada caída, cada error, cada obstáculo, se convierta en otra pieza para el éxito. Solo si vive con propósito podrá usted pelear. Nuestro propósito mayor en la vida es conocer a Dios y reflejar su carácter. No importa nuestras raíces, no importa nuestras debilidades y nuestro pasado enfermizo, si aceptamos este propósito eterno, aun las caídas nos servirán para crecer, y nada ni nadie nos detendrá en su cumplimiento, ya que Él que nos otorga este propósito, también se compromete en acompañarnos a cumplirlo.


No es grande el que piensa que lo es, sino quien demuestra su grandeza levantándose cuando cae, siguiendo adelante cuando todo señala el regreso. Grande es aquel que busca su propósito desesperadamente, y cuando lo encuentra, no deja de seguir avanzando, cumpliéndolo al máximo.

“No es el crítico el que cuenta; no el hombre que señala al fuerte que tropieza, o comenta donde el que hizo, pudo haberlo hecho mejor. El crédito pertenece al hombre que está realmente en la arena, cuya cara se mancha de polvo, sudor y sangre; que lucha valientemente; que se equivoca, que falla una y otra vez, porque no hay esfuerzo sin error y defecto; pero que de igual forma se esfuerza por hacer; que conoce el gran entusiasmo y las grandes devociones; que se entrega a si mismo en una causa justa; quien en lo mejor conocerá al final el triunfo de los altos logros, y quien a lo peor, si falla, por lo menos fallará atreviéndose, para que su lugar nunca sea con esas almas frías y tímidas que nunca conocieron ni victoria ni derrota”.

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